viernes, 26 de agosto de 2016

Eros

Hubo un tiempo en el que solo deseaba amar. 
Amarme.
Amarte. 

Hubo un tiempo en el que solo deseaba sentir,
y no me importaba lo que fuera:
Dolor, 
éxtasis, 
tristeza. 

Quería sentir. 
A veces quería sentirte. 

Pero yo solo estaba empezando a morir. 
Y no lo sabía. 


La eterna balada

En mi estómago ruge la eterna balada.

Ella dice algo, ¿qué dice? 
No la entiendo
y mi mente ha sufrido un colapso
un bloqueo 
que me impide estar aquí
cuando debo.

¿Mi templo? 
lo tengo,
sin embargo,
he perdido 
mi cerebro.

A veces olvido cómo hablar
y solo asiento
tras sentarme 
en la eterna nostalgia,
acompañada de la eterna balada 
en el infierno.

Es un lugar cómodo,
es sincero,
tan frío y cruel,
tan muerto.

Y es por ello 
que no encuentro
salida,
porque no soy mi amiga
y saboteo
cada huida.

Me abandono
a mí misma
cuando escucho
la balada;
no habrá futuro
si no decido 
pararla.