domingo, 6 de diciembre de 2015

Ficción

A veces creo ser algo que no soy. A veces solamente soy, sin saber qué, ni cómo, ni por qué. A veces me pregunto demasiadas cosas. Y me doy cuenta de que no hay nada de mi vida que tenga sentido. Eso me lleva a pensar que estoy loca. Que quizá no debería publicar mis escritos porque podrían malinterpretarse. Y todavía no sé qué hago escribiendo. Tengo la necesidad de hacerlo, supongo. Cuando pienso en mí encuentro un mundo que he ido creándome. Un mundo capaz de llenarte o abandonarte. Algunos momentos te hacen sentir bien y otros, bueno, otros momentos no tanto. Por qué sigo escribiendo. Miro la pantalla del ordenador fijamente, miro mis dedos mientras escriben en el teclado, miro alrededor pero no lo veo, y tampoco acabo de creer que lo que me sucede ahora esté sucediendo de verdad o si es solo un sueño. En mi mundo aprendí a desconfiar, a no creer, a leer entre líneas y a negar rotundamente lo que mis oídos no desean escuchar.
Mi mundo no es más que ficción, algo inexistente, intangible. Mi mundo es aquello que me alimenta cuando siento que no valgo para nada más que para existir -si es que existo-, y estar, permanecer en el universo. 

Creo que mi cerebro está roto, que algo no funciona bien ahí arriba. Porque no me encuentro. Miro a mi alrededor y no me encuentro. No me encuentro. Ese gran pedazo de ego no soy yo. Esa persona del espejo no soy yo. No. O eso quiero creer. 

Solo los días me dirán qué es real. 





Sueños o no

Ya no sé si realmente duermo cuando estoy durmiendo. A veces mis sueños parecen más palpables que la realidad. Ya no sé si todo es un espejismo creación de mi propia mente. Ya no sé en qué creer. No sé si confiar, al fin y al cabo ni de mí misma me fío. Ya no sé ni si vivo ni si existo. Ni si mis pensamientos verdaderamente están ahí.
No sé de dónde vengo. No sé por qué estoy. No sé por qué los demás están.
Solo respiro. Y qué. Eso no resuelve mis dudas.


miércoles, 2 de diciembre de 2015

Cuarta estación

Me estaba rompiendo por dentro. Mi interior agonizaba, sufría, lloraba. Sentía cómo el declive más rudo y profundo se acercaba. Estaba llegando el invierno.
Y no quería, no quiero. El invierno se convierte cada año en un látigo que sin piedad ataca cada una de tus vertebras hasta dejarte inconsciente. No le basta con dañarte. Necesita saber que estás totalmente destrozado.
Más tarde me di cuenta de que no había más estaciones. Eso solo significaba una cosa: el invierno estaba dentro de mí; yo era el invierno.


domingo, 8 de noviembre de 2015

Y renazco

Todo de mí... se marcha.

Se marcha todo lo que hay en mí.
Fugazmente. No me da tiempo a preguntar.

Todo de mí.
Mi cuerpo, mis sentimientos, emociones. Partículas. La mente se resiste, se ausenta un tiempo; finalmente también se va. Junto con lo demás, se larga.

No quedo. No estoy. No vivo. No contemplo. No hallo.

Inconsciencia.

1, 2, 3.

Tampoco quedan los suspiros. ¿Y los susurros? No. Nada.
Se resquebraja el universo. Me resquebrajo.


Todo de mí. Todo lo que era. Todo lo que soy.











¿Amor, eres tú?

Yo ya no lo sé.
No entiendo esto del amor. "El amor". El amor. –Me digo a mí misma a modo de susurro—.
Queremos que nos amen, queremos sentirnos amados, y me pregunto: para qué o por qué. Yo quiero amar.
Estamos tan vivos cuando amamos. Casi da miedo; el corazón se te sale por la boca. O te revienta el pecho a ratos. O te hace desear no haber existido jamás. Lo uno contradice a lo otro (sí, ¿no?). No. Sí. O no. Da igual.

Qué frágiles las personas. Somos animales solitarios a la intemperie en medio de una noche sin luna ni luces. Quien dice una noche dice todos los días. Pero se hace de día. Ya es mañana.
Tenemos miedo. De ser, de conocer, de observar, de amar. Pecamos de perdernos en lo terrestre cuando lo más puro es lo que no se contempla con los ojos.
Olvida todo lo que conoces un solo instante.



¿Quieres morir?





Entonces sueña. Sueña con todo aquello que más deseas, sueña con la felicidad: esa mentira piadosa que nos cuentan desde pequeños y que nosotros, como inocentes creemos que seremos capaces de alcanzar. Sueña que tus esperanzas son más grandes y más fuertes de las que ya tienes, y en caso de que las hayas perdido, sueña que algún día tendrás esperanzas. Sueña con lo que deseas ser, sueña que serás lo que deseas ser ahora mismo. Sueña con que puedes dar más de lo que ya das, sueña cada día con superarte. Sueña recordando los sueños que tuviste por la noche, reviviéndolos. Sueña que no pierdes el tiempo, que cada cosa que haces tiene un significado.
Sueña que te enamoras de la vida. Pues, cuando despiertes, la muerte será tan infinita que jamás en tu sano juicio habrías deseado soñar con ella.


lunes, 26 de octubre de 2015

Perderse y encontrarse

Ese momento de conexión profunda conmigo misma es el único en el que siento que tengo un corazón que late dentro de mí. Como si pudiera palpar los latidos. Y entonces miro el reflejo de mis ojos en el espejo y veo el alma resplandeciendo. Es lo más parecido a la felicidad que conozco. 
Cuando lo sientas no te entretengas con cosas absurdas y deja lo que estés haciendo, solamente disfrútalo. No tardará en marcharse. Porque eso que sientes en ese instante desaparecerá, y se irá, y puede que tarde años en volver.





jueves, 3 de septiembre de 2015

Y al despertar seré igual o más estúpida que hoy

Estoy atrapada en la libertad de mis deseos. Buscando la inspiración. Siendo caos. El elixir enérgico que me da la vida es en realidad el veneno que me consume.
Quiero dejar de escribir. Ahora. Quiero dejar de escribir en este preciso instante. Y ahora podría hablar de los instantes. De lo que son. De lo que significan. ¿Cuánta gente estará durmiendo ahora, perdiéndose la noche estrellada que por desgracia yo tampoco contemplo? o, ¿cuántos teniendo un rato de lujuria y pasión desenfrenada? o, ¿cuántos bebiendo para olvidar que no tienen un amante que les de placer y les recuerde que los ama? Pero no. No significan nada. Un instante es un instante: volátil. Aunque, he de decir que los que duermen, los amantes, los borrachos y yo, tenemos algo en común con los instantes: también moriremos. Incluso somos más efímeros todavía. Los instantes siempre estarán ahí, mientras tanto, nosotros una vez muertos, no seremos más que carnaza sin alma. Premio. Ellos al final no mueren. Maldita sea, qué injusto el destino. Y yo quiero dejar de escribir. ¡Maldita sea! ¿Qué es lo que el destino pretende de mí? Ah, ya. Que exprese mediante palabras mi agonía y desapego. Pues mira, qué quieres que te diga: no tengo ganas. Yo también voy a dormir y a perderme la maravilla de cielo estrellado que ni aún despierta observo.




lunes, 17 de agosto de 2015

Ahora

Esto es el ahora. No tengo nada que decir, ni que callar. Esto es el ahora, lo que me lleva con el viento. Porque sueño y siento. Quiero. Entiendo. Sonrío. Asiento. Discrepo. Esto es el ahora. Lo que hay, lo que tengo.
Y gritos y sueños y oscuridad y alimento. Y tristeza. Esa tristeza cálida que todo ser humano necesita para valorar la alegría.

Nacemos para morir, y estoy muriendo. Lo más profundo de mí guarda recuerdos que ni si quiera entiendo. Concisos y breves. Cada vez más. Y se terminan. Y mueren. Porque somos el resultado de lo que un día nos hizo daño y fuimos capaz de superar. 






lunes, 6 de julio de 2015

Título inexistente

Si a caso, algún día, las tinieblas 
agotan su misterio, 
y mis huesos olvidan sus roturas,
y renace la claridad ausente 
durante el invierno, 
amanecerá un nuevo día. 

Y la vida; tan rota, perdida, amarga.
Esa que suspira en medio del océano
infinito
de lágrimas insensibles,
que construye puzzles 
y tira sus piezas por el acantilado.
Porque cuál es el enigma, me pregunto,
si ya estoy muerta. 



domingo, 28 de junio de 2015

Eres vacío

Entonces lo sabes. Huyes. Corres. Te alejas y entristeces. Lloras. 
Te ha encontrado. Está hambriento de carne. Callejón sin salida. Tiene las de ganar. Frente a frente. Dudas. Temes. Te tiemblan los brazos y las piernas; tu corazón late más fuerte. No sabes describir la sensación. Es adrenalina y es miedo. 
Se está acercando. Alzas la cabeza, frunces el ceño y de un impulso te arrastras sobre su pecho. Sabes que puede devorarte. Puedes perder la vida. Podría terminar todo en ese preciso instante.
Cuando lo miras a los ojos lo ves indefenso. Como un niño. Un niño deseoso de ti. De tu sabor. De alimento. Pero lo olvidas. Te has enamorado de sus pupilas, de su iris clandestino, y ahora eres un nómada. Has abandonado lo que te quedaba para crear tu propia condena. 
Os fundís en un beso. Se acabó. Ahora tú eres él. 





sábado, 13 de junio de 2015

El amor

Tenemos los días contados. Somos humanos. Humanos frágiles. Repletos de cicatrices invisibles a la vista. Guardamos con llave y candado nuestros miedos, e intentamos que pasen desapercibidos para que nadie lo note. Lloramos por dentro cuando  gritamos en silencio por fuera. Somos capaces de matar almas cientos de veces, pecando de estúpidos, pues lo hacemos sin querer. También capaces de amar, de entregarnos, de soñar, de ilusionarnos; y mientras, nos hacen vulnerables, confiados, y así cuando llega el golpe, muere poco a poco ese gran don que nos es otorgado por la naturaleza. 


jueves, 2 de abril de 2015

Gotas en el cristal

Cautos, los cimientos los mantenían en pie haciéndolos atravesar valles repletos de huesos inquebrantables escondidos en las paredes de las ciénagas oscuras. Frágiles brazos, frágiles piernas, frágiles, niños frágiles paseando como si nada pudiese perturbar sus mundos de esclavos encerrados en las imágenes que proyectan sus mentes. Y allá, psicópatas moviéndose de un lugar a otro tratando de esclavizar a sus presas más idiotas. Bosques amargos, dolor en las sombras de aquellos que se ven reflejados en la melancolía del pasado. Más psicópatas deseando torturar víctimas y estremecer más huesos, y clavar más puñales en corazones de niños, y más frágiles se volvieron éstos, menos bellos, más muertos, desterrados a la vida difusa, repleta de ensoñaciones irreales. Ellos no saben qué es real, porque están muertos, muertos, sin vida. Los psicópatas lloran porque se han marchado. Y como los niños, las lágrimas, una vez escapan por los ojos, se deshacen de nosotros, de nuestro cuerpo, de nuestra esencia, y se desvanecen, se convierten en lluvia.



miércoles, 4 de marzo de 2015

Desarrollo y final

Los que ganan son los que más la aprovechan. La vida, ese camino de colores intensos que comienza en un gran rayo blanco y acaba en un cerrar de ojos negro. 
Mis textos se reducen a la vida, el tiempo y el ego, pero, ¿qué somos si no? Fugaces y hambrientos de poder, veloces, genuinos, también perdidos, quizá amargos. Entregamos nuestras ansias y espíritu incontrolable al mundo, al paisaje, a nuestras creencias, emociones, a nuestra razón de ser, y terminamos siendo todas esas cosas que amamos. 

Yo soy una palabra, o dos, o tres. Soy la música que recuerdas cuando sientes los latidos del corazón. Soy el cielo cuando brilla y cuando cae. Soy la longitud de los mares que chocan en cada rincón de tu cuerpo. Soy unas largas caricias en la espalda. Soy ese ciervo que corre por el bosque, y el gato al que acaricio, y la libélula que vuela entre nubes de polución y caos. Soy los libros de Edgar Allan Poe. Soy mi hermana cuando sonríe, mi madre cuando canta, mi padre cuando cocina. Soy mi pasado, y mis recuerdos. 
Y todo cambia, pero, ¿qué somos si no, más que vida, tiempo y ego?




lunes, 2 de marzo de 2015

Hilos


Tengo tantos escritos inútiles. Se viven infinitas experiencias vanas cada momento. Escribir es inútil. Hablar de sentimientos y vivencias es inútil. Vivir es inútil. Inútil. Carezco de entusiasmo existencial. Lo que mi corazón más desea es dormir durante meses, decir que ansío el sueño eterno sería cerrarme al melodramatismo. Y no hay nada que me guste menos.
No tengo ningún fin cuando escribo frases y líneas repletas de palabras amargas y espíritu indeciso. El dolor me consume en vez de consumirlo yo a él, en forma de copa de vino o de unas cuantas birras. Cansancio del amar, analizar, responder y hablar. La locura me ha alcanzado. Contemplemos el auge de nuestro ocaso mientras dejamos morir el alma, un poco más, un poco menos. Juntaré mis manos hasta que se fundan, tratando de romper los hilos que me hacen marioneta. Después morirá mi cuerpo.

Ramas

Y que le jodan al mundo, pensé. Mi voz desgarrada trataba de huir del gentío, repleto de dóciles e indefensas criaturas. Yo me movía por las maltrechas calles de mi ciudad buscando algún lugar en el que esconderme. Encontraba ramas de árboles secas, tétricas, esperando que cualquier ave nocturna se posase sobre ellas para acompañarlas durante la oscuridad de la noche. Pasos pequeños, cortos, lentos, ambiguos y sin forma. Sorprendentemente a mi parecer éstos eran como huracanes que arrastraban todo conforme se movían, abarcando los corazones más grandes, los momentos más enfermizos, todo aquello que me rodease. Ingenua equivocación, ingenuo pensamiento, ingenuo y torpe ego. Cuanto más quieras correr, menos te moverás. Y yo quería correr para esconderme. Mis ansias, ciegas, me atraparon en un gran bucle destinado a unas de las mayores desdichas de mis días.

Esclavitud en los océanos de almas siniestras y estrépitas. Psicópatas agonizando entre órdenes desconocidas y evangelios sin sentido. Enfermos de amor llorando sucias lágrimas de puro fuego clandestino. Infames estaciones en tierras eternas. Llaves encadenadas unas a otras esperando a ser fusiladas. Y miles de imágenes perdidas en la memoria que aparecen como flashes cuando tropiezas con la más diminuta piedra.
El mundo ya está jodido, pensé. Mi mirada se topó con otras miradas que, ésta vez, huían de la mía. Corrí en busca de alimento que sustentase mi equilibrio moral. Flashes, recuerdos acuosos que emergían y se sumergían en mi barco, desgastando los cañones y moviendo el timón a su vera. Quería gritar: ¡Fuego! Pero, ¿dónde están los marineros? (...)


lunes, 16 de febrero de 2015

Edificios

He construido
colinas de odio
sobre tu olvido
reacio
a compartir
su tiempo
conmigo.

"No existes" te digo. Por eso, déjame no existir contigo.




Rutina angustiosa

Te preguntas cosas. Piensas en el día a día. En cómo lo llevas a cabo. Y te partes en dos. Te divides. Sientes que no eres más que otro transeúnte idiota y necio que no difiere entre su propia realidad y la existente. Dudas. Caminas. Te mueves. Observas a tu alrededor. Un día más, piensas. Será la última vez, te dices. Y por qué cojones somos capaces de mentirnos tantas veces. Te escondes. Sales. Rectificas. Evolucionas. Vuelves a preguntarte las mismas putas cosas. Otra vez. Joder. Es un círculo vicioso y amargo que nos seduce, alimenta y finalmente destruye. Mente en blanco. Vuelta a empezar.


¿Cómo me llamo?

Escupo las palabras como armas de guerra atascadas en lo más profundo de mi estómago. Aprieto el cuello pero éstas no se resisten. Vomito letras. Mentes nómadas escondidas detrás de superficies corrosivas, dañinas, paralelas a la nada, condenadas a la muerte. Mentes pensadoras con destinos opuestos. Mentes olvidadas en ningún lugar. Mentes desterradas. Mentes sin nombre.



Calles

Le doy demasiadas vueltas a las cosas. No sé donde acabaré. A este paso seré una futura indigente adicta a las drogas y el alcohol. El destrozo mental que he ido construyendo a lo largo de mi vida está a punto de desplomarse hasta perderse en cualquier lugar maldito. 
Los buenos recuerdos que aún poseo se ven invadidos por los malos. Momentos de la infancia que no tuve. Preadolescencia confusa. El amor nunca vivido. Inflingir las reglas para arrepentirse segundos después. Gente que ya no está y que tampoco echo de menos. El techo de la pared de mi habitación. Insensibilidad tardía e impuntual. Fragilidad en un corazón roto. Desrealización. 
El final es el principio. ¿Algo tiene sentido?




viernes, 30 de enero de 2015

La soñadora cohibida

He dejado mis sueños encerrados en jaulas. Ellos quieren volar, salir, sentirse libres. No pueden. Los años los consumen, les falta el alimento. Se convierten en caníbales alimentándose de su propia carne. Mi destructiva e inocente parcela repleta de esperanzas está desapareciendo. Las jaulas se hacen más pequeñas. Lo que queda de ellos llora y se estremece. Se tiran al suelo a la par que gritan con fuerza mi nombre. Saludo diciendo "Mis queridos amigos" y sonrío. Me siento y observo las llamas. Todo destruyéndose. El principio y el fin de mi vida.

Desde entonces la realidad es más difusa. El infinito ya no existe. Los universos se han fusionado. Mientras tanto, yo sigo sentada sobre mi cerebro, contemplando el desorden, la muerte, el frenesí y todo aquello que creé. Carcajadas agudas. Respiro. Saco un mechero del bolsillo y me voy.
¿Que quién era ella? Nadie lo sabe.



sábado, 24 de enero de 2015

Tras la piel

A veces me siento sola, y me di cuenta no hace mucho. Me siento más sola cuando tengo los ojos abiertos y me da tiempo a pensar en lo sola que me siento. Cuando cae la noche vuelve a ocurrirme. Si estoy con gente esa sensación incrementa y se acelera, y si no estoy con nadie dejo de sentirme como una humana para pasar a sentirme como un conjunto de sentimientos sin un cuerpo que los exteriorice. La soledad se traslada a los sueños que tengo mientras duermo, y despierto acalorada dudando por unos instantes que ésta sólo estaba en esos sueños, que no eran la realidad, y si me convenciera de ello estaría engañándome a mí misma. No me gusta caminar sin música en mis oídos, ni si quiera estando en casa, ya que por lo menos esta consigue darme un abrigo; hasta que llega el verano, en verano no se lleva abrigo.
Veo a las personas y sé que sus pieles, sus capas más externas, no me dicen nada. Visualizo en mi mente un ente que convierte sus superficies en algo místico, casi irreal, una conexión que es tangible en el ambiente aunque no se pueda tocar con las yemas de los dedos. Es el momento en el que nuestro verdadero 'yo' sale a la luz y da señales de que está ahí, de que el vacío aparece cuando dejas de buscarte. Y puedes conectar con ellos, sin embargo, la gente que está a tu alrededor se da cuenta, y te miran, te buscan, pero no logran conectar contigo. Porque te sientes solo, y sea lo que sea que hagas, en ti solo se aprecia eso, la soledad.




VIII

Son las ocho de la tarde y se acerca mi declive. Cuánto aburrimiento. Mi mente no hace más que repetirme las mismas cosas una y otra vez. Voy a explotar. En ocasiones se me hace imposible desconectar de mi monótona vida. Suspiro. Vuelvo a lo mismo. Ah, explotar, ya. Un suspiro de diez segundos me cierra los ojos de golpe. Estoy atrapada en una habitación oscura sin puertas ni ventanas. Se dilatan mis pupilas y me encuentro rodeada de una luz que torpemente esconde la oscuridad interior. Las ocho y cuarto. Más de lo mismo. Estancamiento personal y frases melodramáticas que carecen de sentido. Palabras muertas, personas vivas. También podemos aplicarle el sentido contrario. Personajes en calles ambiguas, fantasmas en las televisiones, monstruos en mis dedos, libros que hablan, montañas de funerales, alabanzas a mi cama. Veinticinco ochos como ocho y veinticinco. No entiendo el pesimismo de los pensamientos. He quemado bondad e inocencia, su fuego ha dejado cenizas de odio. Corazones rotos que hablan de la muerte como si la conocieran. Frío infrahumano condenado a pudrirse en el ardor de sus propios gemidos. Ocho y treinta y cinco. Pastillas y bemoles. Silencios. Confusión. Cachondeo. Mañana saldrá el sol. Un fin inadecuado para un texto inadecuado.