viernes, 30 de enero de 2015

La soñadora cohibida

He dejado mis sueños encerrados en jaulas. Ellos quieren volar, salir, sentirse libres. No pueden. Los años los consumen, les falta el alimento. Se convierten en caníbales alimentándose de su propia carne. Mi destructiva e inocente parcela repleta de esperanzas está desapareciendo. Las jaulas se hacen más pequeñas. Lo que queda de ellos llora y se estremece. Se tiran al suelo a la par que gritan con fuerza mi nombre. Saludo diciendo "Mis queridos amigos" y sonrío. Me siento y observo las llamas. Todo destruyéndose. El principio y el fin de mi vida.

Desde entonces la realidad es más difusa. El infinito ya no existe. Los universos se han fusionado. Mientras tanto, yo sigo sentada sobre mi cerebro, contemplando el desorden, la muerte, el frenesí y todo aquello que creé. Carcajadas agudas. Respiro. Saco un mechero del bolsillo y me voy.
¿Que quién era ella? Nadie lo sabe.



sábado, 24 de enero de 2015

Tras la piel

A veces me siento sola, y me di cuenta no hace mucho. Me siento más sola cuando tengo los ojos abiertos y me da tiempo a pensar en lo sola que me siento. Cuando cae la noche vuelve a ocurrirme. Si estoy con gente esa sensación incrementa y se acelera, y si no estoy con nadie dejo de sentirme como una humana para pasar a sentirme como un conjunto de sentimientos sin un cuerpo que los exteriorice. La soledad se traslada a los sueños que tengo mientras duermo, y despierto acalorada dudando por unos instantes que ésta sólo estaba en esos sueños, que no eran la realidad, y si me convenciera de ello estaría engañándome a mí misma. No me gusta caminar sin música en mis oídos, ni si quiera estando en casa, ya que por lo menos esta consigue darme un abrigo; hasta que llega el verano, en verano no se lleva abrigo.
Veo a las personas y sé que sus pieles, sus capas más externas, no me dicen nada. Visualizo en mi mente un ente que convierte sus superficies en algo místico, casi irreal, una conexión que es tangible en el ambiente aunque no se pueda tocar con las yemas de los dedos. Es el momento en el que nuestro verdadero 'yo' sale a la luz y da señales de que está ahí, de que el vacío aparece cuando dejas de buscarte. Y puedes conectar con ellos, sin embargo, la gente que está a tu alrededor se da cuenta, y te miran, te buscan, pero no logran conectar contigo. Porque te sientes solo, y sea lo que sea que hagas, en ti solo se aprecia eso, la soledad.




VIII

Son las ocho de la tarde y se acerca mi declive. Cuánto aburrimiento. Mi mente no hace más que repetirme las mismas cosas una y otra vez. Voy a explotar. En ocasiones se me hace imposible desconectar de mi monótona vida. Suspiro. Vuelvo a lo mismo. Ah, explotar, ya. Un suspiro de diez segundos me cierra los ojos de golpe. Estoy atrapada en una habitación oscura sin puertas ni ventanas. Se dilatan mis pupilas y me encuentro rodeada de una luz que torpemente esconde la oscuridad interior. Las ocho y cuarto. Más de lo mismo. Estancamiento personal y frases melodramáticas que carecen de sentido. Palabras muertas, personas vivas. También podemos aplicarle el sentido contrario. Personajes en calles ambiguas, fantasmas en las televisiones, monstruos en mis dedos, libros que hablan, montañas de funerales, alabanzas a mi cama. Veinticinco ochos como ocho y veinticinco. No entiendo el pesimismo de los pensamientos. He quemado bondad e inocencia, su fuego ha dejado cenizas de odio. Corazones rotos que hablan de la muerte como si la conocieran. Frío infrahumano condenado a pudrirse en el ardor de sus propios gemidos. Ocho y treinta y cinco. Pastillas y bemoles. Silencios. Confusión. Cachondeo. Mañana saldrá el sol. Un fin inadecuado para un texto inadecuado.